Por: Cristián Alfredo Castro Sáez / Administrador Turístico
OPINIÓN | En tiempos donde las luchas ideológicas y las trincheras discursivas parecen no tener fin, nos encontramos atrapados en debates que nos separan más de lo que nos unen como comunidad humana. Las palabras, en lugar de ser puentes, se convierten en barreras que limitan nuestra capacidad de diálogo desde el amor y el respeto.
Hoy, 27 de septiembre, Día Mundial del Turismo, bajo el lema “turismo y paz” propuesto por ONU Turismo, podemos reflexionar sobre cómo el turismo puede ser una herramienta poderosa para generar experiencias que promuevan el encuentro humano, la vuelta al sentido profundo de las cosas y la comprensión mutua.
En las comunidades indígenas del Alto Biobío, región del Bio Bio al sur de chile, he visto y cooperado desde hace 20 años en la creación de experiencias turísticas respetuosas y auténticas, capaces de transformar tanto a los visitantes como a los anfitriones. Tal es el caso de don Jorge Manquepi Vivanco, guía turístico mapuche pewenche de la comunidad de Butalelbun en Alto Bio Bio, quien ofrece una experiencia de hospitalidad única que integra a su familia en su tradición de arrieros trashumantes de montaña. Su principal actividad, una cabalgata hacia altas praderas naturales de veranada, permite a los visitantes contemplar la majestuosa cordillera de los Andes, con sus imponentes bosques de araucaria, volcanes y lagunas cristalinas. A través de esta experiencia, Jorge actúa como un facilitador de encuentros significativos, manteniendo un diálogo constante con su comunidad para garantizar que estos espacios de uso comunitario se utilicen de manera sostenible desde el turismo. Su enfoque no solo promueve la cultura pewenche, sino que también fomenta el respeto por la naturaleza que los rodea, enriqueciendo tanto a los visitantes como a los miembros de su comunidad.
Nuestro rol entonces como promotores del turismo, va mucho más allá de la simple comercialización de destinos. Somos, en esencia, facilitadores de encuentros. A través del diseño de experiencias auténticas y transformadoras, podemos tender puentes que nos permitan comprender mejor nuestras realidades diversas, acercarnos a nuestros patrimonios y, sobre todo, respetar las identidades locales que habitan en esos territorios abriendo así espacios para el diálogo y el aprendizaje mutuo.
Ante los múltiples intereses económicos en espacios de alto valor patrimonial como es Alto Bio Bio, la idea de ir desde un «Arriba los que luchan» a un «Arriban los que crean experiencias» sin duda puede impulsar, desde la innovación, un mejor bienestar en los destinos turísticos emergentes que aún no han sido sobreexplotados por fenómenos como la turistificación.
Es hora de que, en lugar de solo luchar por lo que es justo, también nos dediquemos a crear las condiciones para encontrarnos, para compartir y, sobre todo, para transformar nuestras relaciones sociales y hacer del turismo un herramienta de cohesión e innovación cultural. Esta es la verdadera innovación: no una que se impone desde fuera, sino una que se construye desde dentro, enraizada en la realidad y lo local.
¡Arriba los que crean experiencias!, porque en ese proceso de creación es donde encontramos las respuestas que el discurso ideológico a menudo no nos permite entrever lo real.